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Qué difícil es ser un Dios

“Hay almas esclavizadas que agradecen tanto los favores recibidos que se estrangulan con la cuerda de la gratitud”. (Friedrich Nietzsche)


Un grupo de científicos son enviados al planeta Arkanar, donde su civilización se encuentra en un estado equivalente a nuestra Edad Media y donde sus habitantes toman a uno de los investigadores, Don Rumata, como hijo ilegítimo de un dios pagano.


Radical, extrema obra de arte cinematográfico que adapta de manera libre la novela de ciencia ficción de los hermanos Arcadi y Borís Strugatski (los autores de Stalker, por ejemplo, soberbiamente llevada a la pantalla por Andrei Tarkovski; no es extraño que pueda encontrarse alguna afinidad con él en este filme, como también podría hacerse con el otro genio ruso Aleksandr Sokurov), Qué difícil es ser un dios constituye el testamento cinematográfico de Aleksei German, quien falleció en febrero de 2013, antes incluso de ver acabada esta obra ciclópea en la que llevaba 14 años trabajando, y que vio la luz finalmente gracias al empeño de su mujer y coguionista, Svetlana Karmalita, y de su hijo, el también cineasta Aleksei German jr.


Conceptuada para desafiar al espectador; retarlo a un ejercicio de resistencia, a un desafío intelectual no apto para inquietos, “Qué difícil es ser un dios” puede ser, dependiendo del criterio de quien la disfrute o la padezca, una obra maestra o un aburrido ejercicio de demencia. Es un producto de difícil digestión (aunque igual de una digestión no tan difícil para estómagos bien acostumbrados, como es el caso de los socios del cineclub Fas); muy exigente, en todos los sentidos. Son 177 minutos de un trabajo meticuloso, colosal e inclasificable que constituye la más extraordinaria recreación de la putrefacta excentricidad medieval a través de larguísimos y claustrofóbicos planos secuencia, plagados de primeros planos de monstruos desdentados escupiendo a cámara en un delirante ejercicio de escatología. Para disfrutarla posiblemente haya que ser tan genio (o estar tan loco) como su autor. No tiene objeto valorarla en función de estándares convencionales. La atmósfera, los movimientos de cámara, la fotografía en blanco y negro, los encuadres…, todas las cosas están pensadas para hacer al espectador partícipe de una experiencia inclasificable, que recibe influencias de la imaginería de El Bosco o de Pieter Brueghel, pero que también bebe en fuentes literarias, como las novelas de François Rabelais protagonizadas por Gargantúa y su hijo Pantagruel. Una vez sumergido en el gigantesco lodazal (literal) de la película uno ha de hacer frente a un auténtico reto, que tiene mucho de filosófico y de metafórico: ¿No es la consumida y embarrada Arkanar la Rusia que padeció Aleksei German, la Rusia actual, acaso cualquier otra (des)Humanidad? ¿Son la ignorancia y el fanatismo el mayor escollo para el progreso? Una carga alegórica de fuerte intensidad que da lustre al legado creativo inconmensurable de su autor y le otorga un valor añadido.

SESIÓN 2223 - 27/10/2015 

QUÉ DIFÍCIL ES SER UN DIOS ∙ Rusia ∙ 2013 ∙ 177 min

Dir.: Aleksei German ∙ G.: Aleksei German y Svetlana Karmalita, basado en la novela de Arcadi y Borís Strugatski ∙ Fot.: Vladimir Ilin y Yuri Klimenko ∙ Prd.: Sever Studio / Lenfilm Studio ∙ Int.: Leonid Yarmolnik, Aleksandr Ilyin Jr., Yuriy Tsurilo, Yevgeni Gerchakov, Aleksandr Chutko

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